miércoles, 7 de noviembre de 2012

La Enfermedad de la Ciudad

Por: David Torres





En la hermosa ciudad de Quito, donde el cielo es azul en las mañanas y en las tardes puedes observar el atardecer de una película de Disney, puedo decir que esta enferma, sus arterias están saturadas de colesterol, que hasta podría llamarse una enfermedad de coronaria, que ha sido transmitida a toda célula del cuerpo, como un tipo de cáncer.
Me refiero específicamente al trafico de la ciudad, el mismo que soluciones como el pico y placa, reglamentaciones de velocidad, o repavimentaciones tan cercanas a la elección del alcalde, nos hacen olvidar uno de los problemas más graves que tenemos los conductores. Cuando nos topamos en nuestro camino con personas que manejan a mayor velocidad que nosotros, que se nos cruzan hacen que perdamos la paciencia, que nos fastidie el llamado “vivo”, y a la vez perdemos nuestra tranquilidad, nuestra etiqueta de buen ciudadano, perdemos la cortesía y amabilidad al volante. Así es como ayudamos a nuestra ciudad a estar más enferma cada día, siendo nosotros el colesterol que endurece las arterias, entorpece el tránsito de sus células a su destino.
La enfermedad que azota a mi ciudad, no es una enfermedad cualquiera, es una enfermedad que llega hasta las células de la misma, no importa en que lugar te encuentres, no importa como te movilices tarde o temprano despierta el virus en tu ser y se propaga a lo largo de la ciudad. La cura mas simple de esto, que a su vez va perdiendo su efecto es “levantarse mas temprano, y salir mas tarde”.
Puedo decir que la única manera en que nosotros como células, actuando como un mismo ente, actuando en la misma conciencia del bien común, podríamos dejar de lado el egoísmo, el irrespeto a las zonas establecidas para peatones, respetando las leyes sin necesidad de que este un uniformado frente a nosotros, exigiendo a el conductor del transporte que nos moviliza a cumplir las normas, yo quiero empezar con el tratamiento de cura de mi ciudad, es un tratamiento lento y doloroso, que empieza con una pequeña célula, que con el tiempo formara el anticuerpo para quitar el colesterol y devolverle la vida de la hermosa capital del Ecuador.

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